Enzarzada en las sábanas de tu cama,
adormilada,
enzarzada en una lucha contra los rayos de la mañana.
Nos despedimos mediante pequeños roces de miradas,
hoy no nos asustan,
nos despedimos hacia un nuevo mundo donde ambos no estamos.
Sal del pozo que tu misma has cavado,
échate de las tinieblas,
sal para los espíritus que atormentan tu letargo.
Ya no tengo el hábito de hacer trizas tus deseos,
aunque ser embustero es mi oficio,
ya no tengo el hábito del sacertode que engaña a golpes de rezos.
Más, basta ya de tanta encriptación dedicada a crear confusión,
tan insensible al corazón,
más basta que una guerra sin concílio ni perdon.
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