sábado, 4 de febrero de 2012

Ayer fue un día largo, y tanto, que duró 26 horas.

Quizás debiera disculparme por ello, pero no lo hago, porque no es mi error, ni tuyo tampoco que consigas ponerme tan nervioso, tanto, tanto como para quitarme el sueño. Eres como mi examen, mi prueba, mi muestra de valor hacia mí. Yo me lo exijo, y tu eres la más válida siendo la más inteligente, la más exótica, la más endiablada felina que haya conocido.

Mi… a…  u…

Disfruto contigo todo lo que me dejas, pero de ti, más bien poco. Te busco en nuestros cruces de miradas y en ellas, a veces me siento tan solo. Sigo intentándolo, ¿Por qué parar? Cuando me acompañas, me siento mejor incluso que con un gorro de lana. ¿Qué tendré con la maldita lana? Jugar con ella es jugar con una esponja marina, siempre húmeda, siempre cálida, que alberga todos los recuerdos de sus memorias pasadas y, de vez en cuando, suelta la pista de algún pececito que pudiera quedar atrapado.

Mi… ia… au…

Quizás no lo aprecies, pero me encanta el modo en que tintinean silenciosamente tus orejas al pensar. Me acaricias con suaves nombres de palabros que no conozco, me inundas de runruneos que me cantan diez canciones, y esperan acunarme como diez chimeneas de diez tejados que todavía siguen humeando.  Mi respuesta es inflexible, siempre inexorable, por condición innata. No puedo hacer menos, ni tampoco más, solo tengo el privilegio de actuar según actúo. El motivo es muy simple, contigo enmascaro mi desnaturalidad, haces que vista otra vez mi piel.

¿Mi… iu…?

Por todo ello, te odio, te odio, te odio y te deseo. Te quiero mía, te quiero dentro, puta perra malnacida. Eres incluso peor, peor que todos ellos, inmundos sabuesos. Como mínimo, ellos me miran, me observan, me contemplan, y me dan su rechazo en una respuesta. Tu no lo vas a hacer, ¿no, verdad? Y seguro que ni tan siquiera sabes porqué. Pues yo si lo sé, claro que lo sé: mi único mal, mi único defecto es poder no ser como esperas.

¡BFFF…!

Basta ya de cuentos. Te odio porque cuanto más te muestro más cierras los ojos, cuanto más me acerco, más fuerte aprietas. ¡Mírame!
¡Levanta esos párpados!
¡Estoy delante de ti!
¡Estoy hablándote a ti!
Ah, por supuesto, hoy tampoco vas a hacerlo. En tu mente hay otro modelo de gato en el que yo no encajo. Yo no soy lo que tú quieres y, por desgracia para ambos, pareces saberlo tan bien que has decidido antes incluso de atreverte a conocerme.

… Brrr…

Quizás lo mejor será escuchar a mi razón: debo alejarme. Parece ser la única opción, porque no conseguirás que me despedace para ti. No hay suficiente espacio en ese agujero donde quieres meterme para que cumpla tu idea de perfección perenne. Pero quien sabe, quizás encuentres otros seres sin voluntad que quieran amoldarse, puedo aconsejarte un par de amigas mías, son ratas muy majas. O mejor todavía, sal a buscar en este carnaval, hay depredadores que visten buenas máscaras, quizás alguna logre, de nuevo, engañarte.

¡MIAU!

Ah, si te das prisa, si te atreves a salir de tu preciosa cabecita, quizás todavía encuentres mis ojos bien cerca de ti, delante de ti. El gato de la fortuna sigue de tu lado, como ya te he dicho antes, te veo. Te veo y te deseo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario